miércoles, 11 de abril de 2007

"71 FRAGMENTOS PRA UNHA CRONOLOXÍA DO AZAR"

XOVES 12 DE ABRIL, ÁS 20:30 h. NA COVA DA TERRA
"71 FRAGMENTOS PRA UNHA CRONOLOXÍA DO AZAR"
de Michael Haneke

V.O.S.E.
71 fragmentos de una cronología del azar un atraco y asesinato- para establecer 71 secuencias que pretenden mostrar un caleidoscopio social con el objetivo de observar cómo un determinado entorno puede llegar a ser indirectamente culpable de un crimen individual. Haneke se propuso constatar como en los espacios de homogeneización social, la alienación surge del exceso de confort. En sus primeras películas, Austria se erige en el ejemplo sublime de una sociedad enfermiza, en la imagen de un mundo putrefacto ubicado en el corazón de Europa, en el que la identidad ha quedado difusa. A finales de los noventa, Haneke trasladó esta reflexión a París con el fin de estudiar una crisis de identidad que tiene como elemento de perturbación la cuestión de la alteridad. Los otros han llegado al corazón de la sociedad del bienestar pero han sido marginados y desterrado de los paraísos artificiales.
Mediante una serie de imágenes frías y glaciales, Michael Haneke no ha cesado de desempolvar los elementos contradictorios de una sociedad del bienestar en la que la opulencia siempre esconde lo siniestro. En el cine de Haneke, la moral encubre la represión y los valses de Viena son, como queda reflejado en La pianista, la tapadera de una sociedad enfermiza. Las pulsiones reprimidas corroen lo que han sublimado las apariencias de la vida burguesa.
Haneke no ha cesado de hurgar en un mundo en el que las convenciones han acabado disimulando la miseria moral. Su deriva ha sido concisa. El realizador austríaco ha evitado el humor sarcástico y la afectación para filmar desde la distancia el vacío moral de la sociedad posmoderna. Para el cineasta, la imagen cinematográfica debe ser utilizada como un instrumento que puede revelar todo aquello que ha sido desterrado de la sociedad y de la historia. Al llevar a cabo esta acción, el cineasta debe cuestionarse cuáles son las trampas de la imagen, sus derivas y la posición del espectador frente a la violencia. En el cine de Haneke, los espectadores son siempre tratados como víctimas porque, como las imágenes anónimas de Caché (2005) o los juegos perversos de Funny Games (1997), su conciencia individual no cesa de ser apelada. Su camino pasa por un marcado antipsicologismo, por una voluntad de deconstruir los discursos propios de la representación ilusionista.

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